Durante la celebración de los 45 años de la Universidad Autónoma de Manizales, se rindió un homenaje a Oscar González Salazar, quien hizo parte del Consejo Superior de la institución durante varios años. Con este tributo, reconocemos el legado de estos visionarios, cuyo esfuerzo y compromiso han dejado una huella indeleble en nuestra Institución.
A continuación, se presentará una semblanza de su vida realizada por el Dr. Lorenzo Calderón Jaramillo:
"Hoy quiero compartir con ustedes el significado que tuvo el doctor Óscar, no solo para esta institución, sino también para nosotros, las generaciones de abogados que le sucedimos. Él se graduó en 1958, mientras que yo apenas comenzaba mi carrera de Derecho en 1988. Recuerdo al filósofo del derecho Arthur Kaufmann, un pensador alemán, quien abordó dos temas fundamentales para la filosofía del derecho. El primero de ellos era el relativismo filosófico, y el segundo, la importancia de la integralidad en la formación del jurista. De allí deduje algunas claves fundamentales para entender cómo se debe abordar el derecho.
Más tarde, al leer al filósofo contemporáneo Edgar Morin, el Maestro Morin sostenía que la formación del abogado es significativamente impactada por la visión del derecho como un conocimiento de frontera, un saber que se nutre de otros conocimientos. En virtud de ello, la formación holística del jurista, según Morin, es fundamental. Este enfoque marcó profundamente mi proceso, y fue así como empecé a admirar profundamente al doctor Óscar por lo que fue y por lo que representó: un abogado absolutamente integral.
El doctor Óscar era un abogado que incursionaba superficialmente en diversas áreas del saber; tenía el gran don de ser un profesional integral. No en vano en Manizales se le conocía como "el Mazo González". Era un hombre con una capacidad de lectura impresionante, que siempre generaba admiración. Lo conocí por primera vez cuando trabajaba como dependiente judicial en la oficina de mi hermano Aurelio Calderón. Un jueves por la tarde, el doctor Óscar acudió a pedirle un favor relacionado con la abstracción cambiaria. En ese momento, yo cursaba el segundo año de Derecho, en 1989, y era la primera vez que escuchaba ese término, propio de los títulos valores. Me sonaba a algo salido de Les Luthiers, un grupo que en esos tiempos tenía un libro titulado "La corchea y el hormigón: interacción y propuesta", lo cual me parecía muy extraño y difícil de entender.
El problema que abordaba el doctor Óscar trataba de cómo separar idealmente un título valor del negocio que le dio origen. Al consultar la biblioteca de Aurelio, encontró un libro del maestro Tena, un autor muy especial en temas de títulos valores. Creo que el libro tenía unas 500 páginas. El lunes siguiente, el doctor Óscar volvió a la oficina para devolver el libro a Aurelio y le comentó que ya lo había leído, que comprendía por qué manejaba el tema de los títulos valores con tanta fluidez, y que ya lo había mandado a comprar. Siempre he creído, sin ninguna duda, que realmente lo leyó completo, lo cual me resultó admirable. Yo apenas leí dos o tres páginas y quedé en la tranquilidad que da la ignorancia: no entendí absolutamente nada, y aún hoy no lo comprendo del todo.
Así era el doctor Óscar: un hombre cuyo ejercicio profesional se caracterizaba por su compromiso con la noción de justicia, con el ejercicio de la profesión y con el conocimiento. Cuando abordaba los casos, lo hacía con profunda seriedad y una sólida base epistemológica, lo que lo convirtió en uno de los mejores abogados. Además, ejerció el derecho en campos donde un abogado aspira a destacar. El doctor Óscar fue juez desde sus inicios, profesor de nuestra Facultad de Derecho en la Universidad de Caldas, donde llegó a ser decano en 1982, tras una importante crisis en la Facultad de Derecho. También fue conjuez del Tribunal de Manizales, tanto en la Sala Laboral como en la Sala de lo Contencioso Administrativo.
Tuve el honor de participar junto a él en varios tribunales de arbitraje, convocados por distintos sectores del derecho mercantil, donde fortalecimos una muy grata amistad. En la Universidad, el doctor Óscar fue un faro desde que fue invitado a participar en la Asamblea General de Corporados hasta su fallecimiento, siempre al tanto de los asuntos universitarios. En mi rol de Secretario General, tuve la oportunidad de consultarlo muchas veces y de emprender acciones judiciales en defensa de los intereses de la Universidad, en las cuales su apoyo fue invaluable.
El día de hoy, en este homenaje, quiero destacar la importancia de personas como el doctor Óscar, quienes, a través de la docencia y el ejercicio profesional, dedican su vida al conocimiento y a la justicia. La docencia y el litigio son formas de darse a los demás, de vaciarse por el otro, en mayor o menor medida, pero siempre con la intención de servir.
El doctor Óscar ejerció su profesión desde finales de los años 60 hasta el final de sus días, con un profundo sentido de justicia. Independientemente del sentido del fallo, lo que inspira a un abogado al abordar una causa justa es convertirse en vocero de aquellos que han sido víctimas de una injusticia. Y el doctor Óscar lo hizo con gran éxito, gracias a su ponderación y profundo sentido de justicia.
El doctor Óscar vive entre nosotros. Un saludo muy especial a toda su familia, a su esposa, a sus hijas, especialmente a Liliana, mi gran amiga de toda la vida, a quien conocí en la Facultad de Derecho y a quien admiro profundamente por su brillante carrera como abogada. En este sentido, solo me queda decirle: Gracias, doctor Óscar. Gracias, porque todos los días somos un poquito de lo que usted fue. Muchas gracias".